domingo, 12 de junio de 2011

Dos pasos

Salomé celebra su inocencia porque es capaz de dar dos pasos a la vez sin aferrarse a nada. Hasta hace apenas unos años ni hubiera pensado ponerse de pie y mirar a través del vidrio de la ventana de su cuarto. No podía, estaba postrada en una cama, sin poder caminar, sin fuerza en sus piernas para sostenerla, sin ganas de levantar el cuello de la almohada.
Una fuerza se virtió en ella y renovó su energía. No puede explicarlo. El diccionario aún no abraza adjetivos para describir su triunfo.


Solo sabe que con las horas su ADN despierta y renueva cada célula como si fuera una pequeña en el vientre de su madre recibiendo oxígeno y alimento desde el ombligo.
Cuando no se movía pensaba en lo que haría cuando pudiera: saltaría, correría, se lanzaría desde una pared muy alta para caer de pie... pero ahora... ahora no hace falta. Solo le basta con sentir la briza de la tarde en la cara allí de pie, incólume, con la frente en alto a pesar del dolor, con la espalda lo más erguida posible que sus heridas lo permiten, con unas manos firmes que se cruzan en su vientre.
Los minutos pasan y las rodillas le tiemblan, pero ni siquiera piensa en volver a sentarse y no tiene tiempo para escuchar a los bastones que yacen en el suelo cantando "aquí te espero".
Salomé está de pie con la cara roja del esfuerzo, con el corazón fuera de orbita entre sus senos y su estómago. Piensa en las razones que tejieron hilo a hilo la valentía para sostenerla y no necesita darle un nombre, ella lo sabe y con eso le basta.
Un milagro se vierte en su espíritu y reconoce un rostro que jamás vio, cierra los ojos y su aliento la deleita con risas,con música, con perfumes que la llevan a ese lugar del que nunca debió irse.
Salomé pinta las paredes y sustituye las sobras por caracoles y arena, porque ama el mar, el olor a salitre y a hierro oxidado. Cada dos pasos se hará una casa, y si las olas o las tormentas se la llevan, levantará sus muros de nuevo para volver a pintarla.
Su espíritu se renueva y un poste alumbra a lo lejos la calle sin encandilar con su presencia, puede levantarse, Salomé puede dar dos pasos sin aferrarse y puede ver a su alrededor con una nueva luz...
Salomé se llena de paz, un momento perfecto en medio del mar.

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